domingo, 21 de agosto de 2011

Hetty Green - La bruja de Wall Street


Hetty Green fue alguna vez la mujer más rica del mundo, pero también la más avara. Vestía y vivía casi como una pordiosera.

Desde niña, Hetty Green aprendió los rudimentos de los negocios de su padre, quien poseía una gran fortuna que Hetty heredó cuando tenía 30 años. Invirtió ese dinero y al momento de su muerte poseía cerca de 100 millones de dólares (de los de aquél tiempo). Era tan hábil en el manejo del mundo financiero que se ganó el mote de “La Bruja de Wall Street”.

Se casó a los 33 años con un millonario llamado Edward Green, pero le hizo firmar un documento mediante el cual él no podría reclamar el dinero de ella. Cuando Green quedó arruinado en una racha de negocios desafortunados, Hetty se divorció de él y crió a sus dos hijos en condiciones increíbles. Vivía en pequeñas habitaciones de míseros hoteles para no tener que pagar impuestos sobre sus propiedades. Usaba el mismo vestido siempre, y para ahorrar en jabón, sólo lavaba la parte inferior, aquella que se ponía en contacto con el suelo. En una ocasión, su hijo Ned sufrió una herida en la rodilla y lo llevó a una clínica de caridad. Para desgracia de Ned, el médico reconoció a Hetty y exigió que la mujer pagara la consulta. Hetty se negó a hacerlo y atendió personalmente al niño. Dos años después, la pierna tuvo que ser amputada.

Tampoco quería pagar la renta de una oficina, así que solía atender a sus contactos de negocios en el banco donde tenía guardado su dinero, amenazando a los banqueros con retirar sus cuentas si no le permitían despachar ahí. Se calentaba un plato de avena en el calentador de lugar o comía un sándwich de jamón que llevaba en alguno de los múltiples bolsillos de su vestido.

Cuando tenía 81 años, Hetty sufrió una apoplejía cuando discutía por el precio de la leche y su hijo, Ned, contrató enfermeras que vestían con ropas comunes y corrientes para que su madre no se diera cuenta que eran enfermeras, pues se hubiera opuesto terminantemente a que se gastara en tales cosas.

Tras la muerte de Hetty Green, Ned heredó buena parte de la fortuna de su madre y se convirtió en un millonario extravagante y despilfarrador que gastaba dinero a puños en fiestas, joyería, yates y diamantes.

Su hija Sylvia, fue una irrazonable ermitaña que guardó sus millones de dólares en el banco sin ganar intereses.

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Un poco de historia de la bruja de Wall Street

La familia Green hizo fortuna con la explotación ballenera, de hecho el abuelo y el padre de Hetty participaron activamente en el negocio, y llegaron a tener el grado de capitán. Al morir el padre y una tía solterona , la señora tacaña heredó 7 millones de dólares, de los de 1865, cuando una familia podía vivir con comodidad con dos o tres dolares a la semana.

Su padre, Edward Robinson, que se unió a la negocio familiar de caza de ballenas (antes de que se volviera popular el uso de petróleo y sus derivados como combustibles, muchas casa utilizaban la grasa de ballena para las lámparas), fue estrictamente por hacer dinero. Hetty, una vez le dijo a un reportero, “Mi padre me dijo que nunca le diera a nadie nada, ni siquiera una buena manera”.

A los dos años de haber perdido al padre, ella se caso con Edward Green, un hombre de negocios de Vermont Falls. A instancias de ella, el matrimonio firmo un acuerdo prenupcial en el que se separaba tajantemente la fortuna de cada quien.

En 1881 el esposo, quien se dedicaba a la sana y honesta profesión de especulador en la bolsa, perdió 2 millones de dólares y quedó en la ruina. Trás lo cual Hetty se negó a ayudarlo y se separó de él, cuando este no pudo sostener los gastos de la casa.

Se fue a vivir a las zonas pobres de New York, al parecer nunca aceptó pagar por vivir en departamentos con agua caliente, todo un lujo en aquellos días.

Y también fue a la ciudad de los rascacielos a montar una oficina en Wall Street, bueno, no vaya a pensar que la ahorrativa mujer gastaba en alquiler o secretarias (corría los 80 del siglo antepasado, donde ni siquiera había electricidad, calculadoras o máquinas de escribir), ella cargaba todos los días con un par de maletones en los que archivaba todo sus negocios , y que ella colocaba en las afueras de un banco (digo, para demostrar que los banqueros de Wall St. tienen alma deberían erigir una estatua en su honor en tal lugar).

Fuente: Cosasinteresantes

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